Si existen varios árboles singulares merecedores de ser bien conocidos y visitados en los Jardines de Aranjuez, son los tres plátanos singulares del Jardín del Príncipe. Situados en la llamada región de las “Islas americanas y asiáticas”: el plátano Padre, el Hembra o Madre, y los Gemelos o Mellizos.
Plátano Padre
El primero de ellos, el Plátano Padre, es el más antiguo de los tres. Tiene más de 230 años y se plantó en tiempos en los que el futuro Carlos IV era todavía príncipe (reinaba todavía su padre). Con su espacio acotado por un seto que realza su importancia y sus más de 40 metros de altura, es visita obligada por muchos turistas. Algo típico es abrazarse al mismo y, sin saberlo, el que lo hace se carga de energía positiva.
Plátano Madre
El segundo, o Madre, es el también denominado Plátano de la Trinidad. Se le considera, como nota interesante, el árbol singular más alto de toda la comunidad de Madrid. Situado cerca del anterior, aunque un poco más escondido, su altura se aproxima a los 60 metros. Se eleva de forma majestuosa en una de las zonas quizás más bellas de todo este jardín histórico. Curiosamente los plátanos de sombra, como se denomina a esta especie, tienen los dos sexos en el mismo árbol. Es decir, que no hay machos y hembras diferenciados. El nombre en este caso proviene de que el plátano padre fue el primero de todos ellos, el más antiguo. De él se dice que se tomaron estaquillas para reproducirlo por otros lugares de la península. Después llegaron la Madre y los Gemelos, que se plantaron a la vez y gozan mínimo de unos 225 años cada uno.
Los Gemelos
En cuanto a éste último, los Gemelos, es un ejemplar dividido cerca de su base de manera natural. Situado algo más recóndito, presume de sus más de 11 metros de perímetro. Sólo logrará abarcarlo el intrépido grupo de viandantes que ose acercarse (y sea numeroso, claro está).
Bola extra: Plátano de los Pabellones
Cambiando de lugar dentro del mismo Jardín de Príncipe, tenemos el Plátano de los Pabellones. Se trata de otro árbol singular y solitario que se cierne sobre la zona del mismo nombre. Árbol igualmente espléndido, evitó su tala a mediados de siglo pasado gracias a un jardinero llamado Francisco Marañón. Con pericia y técnicas de su tiempo, consiguió armado de hacha proceder a su necesaria poda. Y ahí lo tenemos, de lo más saludable.